Sobre ciencia, ciclos de desinformación y fake news: posibles rupturas

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DOI:

https://doi.org/10.11606/issn.1806-6976.smad.2022.000210

Resumen

La ciencia tuvo un impacto significativo para la comprensión del escenario de la
pandemia de COVID-19, declarada oficialmente en diciembre de 2019: el coronavirus fue
secuenciado genéticamente solo 2 semanas después de la evidencia en China, se certificaron
como efectivas medidas sanitarias simples para la contención del virus (higiene de manos,
distanciamiento social, uso de barbijo, ventilación de los ambientes) y las vacunas se
desarrollaron en menos de 1,5 años después del inicio de la pandemia. Sin embargo, la
rápida consolidación del conocimiento científico no fue un factor determinante para ampliar
la capacidad del Estado y de la sociedad para mantener la coherencia sobre las estrategias
efectivas para contener la enfermedad. De hecho, la desinformación (falta de información) y las noticias falsas
que se crearon (fake news), a menudo, sustituyeron los logros de la ciencia.
Está comprobado que las fake news se difunden un 70% más rápido que las noticias reales(1). Esto
implica que mientras que una publicación real llega, en promedio, a mil personas, las publicaciones falsas más
populares tienen un alcance de entre mil y cien mil personas. La exposición frecuente a la desinformación y a
las fake news es peligrosa, dado que la repetición aumenta la confianza en la información falsa. Particularmente
durante la pandemia, la propagación de mitos, métodos de prevención ineficaces y curas milagrosas causaron
muertes evitables(2), simplemente por inducir a la población a tomar decisiones equivocadas. Un estudio
reciente descubrió que la confianza en las noticias de las redes sociales contribuyó a una mayor creencia en
los mitos e información falsa sobre el COVID-19, lo que a su vez contribuyó a que se implantaran prácticas de
publicación en las redes sociales menos críticas, exacerbando la pandemia de desinformación y manteniendo el ciclo desinformativo(3). Por ende, no se trata solo de informar; también es necesario garantizar que las personas
estén informadas para actuar de manera adecuada.
En su libro clásico “El mundo y sus demonios: la ciencia como una luz en la oscuridad”, el físico Carl Sagan describió,
de manera brillante, una tesis para combatir las fake news, pero no con el tono de un profesor, sino estimulando el
pensamiento crítico de los legos para reconocer los argumentos fraudulentos, utilizando la ciencia como herramienta
orgánica de supervivencia en la sociedad(4). No es casualidad que sea considerado uno de los mayores divulgadores
de la ciencia de todos los tiempos. Según Sagan, la ciencia solo tiene sentido si se comparte como una forma de
instrucción y este sería el primer paso para romper el ciclo de la desinformación. Sin embargo, datos recientes muestran
que aún queda mucho por hacer: los brasileños no están seguros de los beneficios que podría traer el desarrollo de
la ciencia(5). En otras palabras: la ciencia no forma parte de la vida cotidiana de la población, lo que hace que sea
inalcanzable, y choque con los estándares culturales de muchos brasileños. A su vez, esta incredulidad en la ciencia
abre brechas donde la negación de todo se convierte en una opción, creando un terreno fértil para la difusión de
noticias sin fundamento, generando miedo, ansiedad y otro tipo de enfermedades emocionales, agravando aún más
la pandemia de COVID-19.
Si bien las prácticas actuales de comunicación científica han renovado las transformaciones sociales que la ciencia
viene protagonizando, es evidente que uno de los principales desafíos de la pandemia es de carácter comunicativo.
Sin embargo, el esfuerzo de la comunidad académica por establecer una comunicación clara con la sociedad ha sido
notable durante la pandemia de coronavirus. En definitiva, si antes estas actividades las llevaban a cabo generalmente
los periodistas de periódicos y revistas, hoy, en el contexto actual, el puesto de comunicador científico también lo
ocupan, en gran medida, los científicos en diferentes medios. El gran desafío es mantener esta dinámica en el escenario
pospandémico.
La comunicación científica es capaz de cambiar comportamientos, aumentar la confianza de la comunidad no
especializada en la investigación científica e influir en la toma de decisiones en diversas áreas. La reformulación del
lenguaje y la formación de comunicadores científicos es un paso fundamental para romper el ciclo de la desinformación,
lo que podría contribuir a reducir la brecha comunicativa entre ciencia y sociedad. Por lo tanto, hacer que la información
sobre la investigación sea accesible se torna tan importante como desarrollarla.

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Referencias

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Publicado

2022-06-09

Cómo citar

Aires, C. P. (2022). Sobre ciencia, ciclos de desinformación y fake news: posibles rupturas. SMAD, Revista Eletrônica Saúde Mental Álcool E Drogas (Edição Em Português), 18(1), 5-6. https://doi.org/10.11606/issn.1806-6976.smad.2022.000210