Semiótica del espejo digital

Resumen

Los nuevos espejos digitales y las imágenes que devuelven, las cuales muchas veces despiertan el interés y consumo, se diferencian de los espejos analógicos considerados por Umberto Eco ajenos del amplio abanico de la semiótica. Los espejos digitales son, de hecho, pantallas que simulan espejos y que no solo “mienten” en su función reflectante, sino que pueden hacerlo más aún gracias a los nuevos formatos y herramientas del espejo digital, como selfies y filtros. Respecto a estos nuevos espejos, cabe interrogarse “Espejito, espejito que me ves, ¿hay alguien más bella que yo?”, y siempre responden: “Tú, por supuesto, eres siempre la más hermosa”. En este sentido, este artículo reflexiona sobre los espejos digitales como una consideración más amplia de la ética de las imágenes en la era digital. La ética de las imágenes se diferencia de la ética de las palabras, porque las imágenes siempre llevan una motivación intrínseca que no tienen las palabras. Existe lo convencional en las imágenes y puede haber motivación en las palabras, pero la materialidad visual de los signos sostiene la figura en la realidad y en la percepción de una forma diferente y más coherente, por eso las imágenes no mienten de la misma forma que las palabras. Las imágenes, incluso cuando son fantasía, transmiten la idea de una realidad posible que difícilmente pueden evocar las palabras. Se pueden tomar dos posiciones ideológicas diferentes con respecto a la relación entre las imágenes y el efecto de realidad que provocan. Las Humanidades, incluida la semiótica, tienden a enfatizar el peso del contexto cultural. Sin embargo, hay pruebas que demuestran que las imágenes también funcionan gracias a su combinación con la neurofisiología innata de la cognición. Los humanos propenden biológicamente a reaccionar a las imágenes, y las representaciones desencadenan percepciones distintas entre sí según su tecnología, que está evolucionando a través de la acumulación en la historia humana. Por tanto, la semiótica es llamada a desenmascarar la propaganda realista de los nuevos dispositivos de representación y exhibición, apuntando a su convencionalidad, así como a considerar cómo los nuevos avances en la producción de simulacros tienden a introducir dinámicas emergentes en la relación entre imágenes y percepción humana. Las apariencias falsas de hoy son un poco más poderosas que las de tiempos pasados, ya que se construyen usando máquinas y su resultado solo puede ser desenmascarado por otras máquinas. Además, la evolución de las culturas digitales produce incertidumbre de los géneros de ficción y no ficción, y la apariencia falsa comienza a circular como un virus, multiplicando las ocasiones en momentos ambiguos de incredulidad. Por tanto, se necesita una nueva ecología de lo falso que sea capaz de dar lugar, a su vez, a una razonable “semioética” de apariencia falsa.